Por. Jenny M. E. Aragón Leyva,
Experta en Intervenciones Asistidas con Animales,
Directora de “Dejando Huella Educando”, Querétaro
Es muy curioso que la gente en cuanto sabe que el perro o gato que me acompaña es un animal de terapia y que efectivamente trabaja, me hace muchos cuestionamientos e incluso juicios, pero la pregunta que menos me hacen y la cual aprecio fundamental es: ¿por qué? ¿Por qué trabajar con animales de terapia?
La verdad es que los profesionales de la salud y de la educación no requieren explícitamente de un animal de terapia. Cada uno de ellos, según su especialidad, tiene recursos específicos y estandarizados para el adecuado ejercicio de su profesión. También a nivel personal, cada uno desarrollará y creará sus propios recursos metodológicos, técnicos y de apoyo que más oportunos sean para sus pacientes y/o alumnos y, claro, los que sean más compatibles con sus gustos y personalidad.
Ni los psicoterapeutas, ni los fisioterapeutas, ni los gerontólogos, ni los terapeutas ocupacionales, ni los profesores de educación especial, ninguno de ellos requiere de un perro o un gato a su lado para desarrollar su trabajo de manera eficaz, profesional y ética. Entonces ¿cuál es la necesidad de involucrar a un animal en estos procesos?
Introducir un “animal de terapia”, es decir, un ejemplar especialmente seleccionado, adiestrado y formado para participar en las distintas modalidades de las Intervenciones Asistidas con Animales, a un entorno terapéutico y/o educativo, ayuda a mejorar la experiencia de los participantes de muchas maneras diferentes:
Relaja y enriquece el ambiente
Incorpora un elemento de asombro y diversidad
Es una fuente de estímulos sensoriales
Mejora la motricidad fina y gruesa
Facilita la interacción y el diálogo
Promueve la comunicación y aumenta el vocabulario
Evita conductas no deseadas
Disminuye la ansiedad y el estrés
Gestión y expresión de sentimientos
Atención y pensamiento abstracto
Seguimiento de instrucciones
Sin embargo –para mí- el mayor beneficio, el más grande aporte que brinda el trabajo con animales de terapia es a nivel volitivo y de resiliencia. Es muy común que, en algún momento del proceso, especialmente cuando hablamos de tratamientos largos, lleguemos a puntos donde parece que ya no hay avance, que ya no hay novedad alguna, que estamos estancados. Esto puede pasar por diversas causas: los pacientes y sus familias se encuentran desgastadas a nivel físico, emocional, económico; por cambios de interés y prioridades de los pacientes o alumnos; cambios en la condición física y/o mental; modificación en la estructura familiar o institucional; se han agotado ya todos los recursos disponibles en el espacio terapéutico; modificación, rechazo o desarrollo de tolerancia a la medicación; entre muchos otros factores que pueden influir en el desarrollo del programa educativo o terapéutico.
La mayoría de las veces, la sola presencia del perro o gato hace que volvamos a tener la atención del usuario. Entonces, ya no se trata del beneficiario, sino de lo que podría hacer con esa visita especial:
Acariciarlo
Jugar con él
Pasearlo
Darle premios
Hacer un truco
Enseñarle algo
Leer para él
Dibujarlo
Entonces podemos renovar todo el abordaje de las sesiones. Los objetivos a alcanzar serán los mismos e igualmente establecidos y supervisados por el experto en la salud o educación. Y ahora teniendo la compañía y complicidad de un gato o perro de terapia se puede transformar en una experiencia profundamente significativa y que logre revitalizar el proceso.
Con la humildad y curiosidad natural de cada especie, podemos crear muchas nuevas oportunidades de reparación, recuperación, re-significación, con un acompañamiento discreto y atento para el otro. Especies que, sin saberlo y a través de su ser y su estar, desde su etología, desde sus formas únicas de acompañamiento no juiciosa, comparativa, castigadora o discriminativa, nos permiten ser.
Un entorno se convierte en una fuente de recursos que permite la intimidad, confianza y seguridad que cada uno requiera. Y entonces, como un hongo después de la lluvia, puede que se desarrolle un vínculo de afecto y atención discreto y sincero, que les haga sentirse queridos, valorados, únicos y especiales.
Hay un cambio de paradigma instantáneo, ya que los animales no diferencian entre víctimas y supervivientes, con lo que se genera un cambio en la percepción que el paciente puede tener de sí mismo, en virtud de que los animales se aproximan desde las posibilidades y fortalezas, ya no desde las carencias y límites, sino desde quiénes son y que sí pueden.
Este cambio de enfoque, permite que el usuario se sienta un tanto libre de la presión de ser el centro del proceso, ahora la atención recae en el perro o gato de terapia. El usuario puede intervenir desde otros ángulos y participar activamente en su propio proceso con renovada motivación y entusiasmo. Esto es algo que sucede de manera tan rápida y natural que es difícil encontrar esta respuesta ante algún otro recurso y es por esto que las Intervenciones Asistidas con Animales son una excelente forma de enriquecer cualquier práctica profesional.
Si eres alumno de licenciatura y te interesa conocer cómo puedes aplicar programas de Intervenciones Asistidas con Animales desde tu área específica de trabajo o quieres conocer de cerca este trabajo y hacer una observación, contáctanos. Si te interesa conocer más sobre cómo implementar y desarrollar un programa de Intervenciones Asistidas con Animales, no dudes en comunicarte con nosotros y con gusto te podemos dar una asesoría y/o capacitación.
Jenny M. E. Aragón Leyva
jenn_aragon@yahoo.com.mx
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