Por: Paola Torres Villegas, M en C / Rodrigo A. Suárez Groult, MVZ
Está comprobado científicamente que tener un animal de compañía trae beneficios psicológicos y físicos, ayuda a sentirnos mejor, a que los niños se desenvuelvan y crezcan correctamente, a que la convivencia en familia mejore y a que nuestro estilo de vida se enriquezca enormemente.
La convivencia debe ser armónica, para lograrlo debemos estar conscientes de que tener un perro representa una gran responsabilidad, debemos cubrir todas sus necesidades, tanto físicas como mentales, esto incluye medicina preventiva y terapéutica, nutrición, espacios y tiempo de calidad, actividad física y mental, herramientas de control, adiestramiento y compromiso civil (tenencia responsable). En muchos casos la adquisición de un animal de compañía es por impulsividad, desconocimiento y tendencias del mercado, que si no se subsanan con una buena crianza generarán problemas conductuales en ellos, en muchos casos desgraciadamente terminan en abandono, recolocación o eutanasia, esto es un problema de salud y seguridad pública, pues hay una enorme cantidad de perros en las calles que son producto de esta irresponsabilidad.
Cuando llega un perro a casa es necesario estar preparados, es vital establecer una nueva dinámica de vida, habrá que brindarle un manejo rutinario, homogeneidad en el trato hacia él, programas de sociabilización, espacios específicos de descanso, juego, alimentación, control y de seguridad.
Este sitio de seguridad es parte fundamental del manejo, en él podemos dejarlo cuando no pueda ser supervisado, necesite alejarse del bullicio de la casa o bien simplemente quiera descansar.
La dimensión del sitio es variable, puede ser desde una jaula transportadora, un corral, un baño, un cuarto o hasta un patio. Si se trata de la jaula transportadora debe haber por lo menos 10 centímetros de la cabeza al techo, al estar parado en posición relajada, y tiene que permitirle dar la vuelta adentro. Es factible dejarle un bebedero que se fije a la puerta para que no lo vaya a tirar. Para las otras opciones debemos proveerle un bebedero, una cama, toalla, colchoneta, etc., para echarse y una zona al lado opuesto de las dos anteriores para que pueda orinar y defecar.
El tiempo de permanencia debe ser acorde al lugar, si se trata de una jaula, es necesario sacarlo cuando mucho cada 4-6 horas para que pueda orinar, defecar, comer, ejercitarse. Si se trata del corral, cuarto o patio, podrá permanecer más tiempo en ellos puesto que podrá cubrir sus necesidades básicas.
Sin importar cuál de las opciones usemos es vital tomar en cuenta que este es un sitio temporal, no debe vivir en él, es común ver perros encerrados en patios, azoteas, balcones, etc., esto disminuye su bienestar y no les permite expresar conductas propias de la especie, recordemos que la tenencia responsable de la que hablamos al principio implica una serie de manejos que le permitan tener confort, seguridad y un nivel aceptable de bienestar .
Es recomendable proveerle algún objeto para favorecer que se entretenga cuando se encuentre en su sitio de seguridad, los juguetes interactivos son muy útiles en estos casos. Son juguetes que pueden ser rellenados con comida y que tienen la finalidad de estimularlo mentalmente, como si fuera un rompecabezas, buscando la forma de sacar dicha comida, esto lo mantendrá ocupado, disminuyendo el estrés.
La introducción a este sitio de seguridad debe ser gradual, no podemos simplemente encerrarlo y dejarlo ahí, debemos hacer un proceso sistemático y progresivo, para que la asociación con el lugar sea agradable y no se genere una aversión.
Lo primero es presentar al perro con el sitio, esto se logra llevándolo de manera amigable, motivándolo con juguetes y/o premios alimenticios para que comience a disfrutarlo, por ningún motivo hay que jalarlo a la fuerza o someterlo para llevarlo a él.
A continuación comenzaremos a pasar tiempo ahí, jugando, alimentándolo, cepillándolo, etc. Conforme pasen los días iremos aumentando el tiempo de permanencia, siempre estando con él, hasta que veamos que no está ansioso y se encuentra relajado.
Posteriormente comenzaremos a alejarnos del sitio, inicialmente por lapsos muy cortos (segundos), que irán incrementándose poco a poco, es muy importante siempre recompensar el estado de calma. Si comienza a haber ansiedad hay que reducir el tiempo y seguir gradualmente.
Debemos saber identificar cuando está ansioso y estresado, hay que ser observadores en su comportamiento. Las señales a reconocer pueden ser vocalizaciones (gemidos) rascar, sacudirse, voltear hacia todos lados, bostezar, ladrar, intentar salir, principalmente; si podemos ver esto, significa que el tiempo es muy largo y debemos retroceder un poco en el proceso de habituación.
Estas señales corresponden a estrés, que es la respuesta fisiológica y conductual que tiene un individuo cuando no puede adecuarse al ambiente. Puede haber estrés agudo, que generalmente está asociado a episodios de corta duración, como por ejemplo momentos de alarma, miedo y/o amenaza; y estrés crónico, que está asociado a episodios de larga duración, como por ejemplo el abandono o el confinamiento prolongado. En el estrés agudo se secretan neurotransmisores y hormonas, que se traducen como cambios fisiológicos y conductuales que preparan al individuo para la huida (alteración en frecuencia cardiaca, respiratoria, temperatura corporal, entre otros); en muchos casos para sobrevivir, y por lo general disminuye una vez que se retira la amenaza o peligro.
En el estrés crónico también se secretan neurotransmisores y hormonas, pero en este caso será por más tiempo, lo que a la larga se traduce en efectos fisiológicos y conductuales adversos. El bienestar va a verse disminuido, esto lo podemos evaluar a través de indicadores, con ellos podemos ver diferentes cambios: disminución de la condición corporal, puede incluso haber daño físico; habrá inmunosupresión, que se traduce como una mayor incidencia de enfermedades; el crecimiento, reproducción y longevidad se verán disminuidos; dejará de acicalarse y jugar, el descanso se verá alterado; aparecerán patologías conductuales, como conductas compulsivas, trastornos alimenticios y de eliminación. Este tipo de estrés tiene un efecto adverso en la vida del perro, pues disminuye considerablemente su nivel de bienestar.
Es muy importante que a través de la habituación gradual podamos prevenir el estrés crónico, para que el perro pueda vivir de forma armónica y agradable en la familia.
Recordemos que este espacio de seguridad será un sitio temporal en el que nuestro perro estará en circunstancias particulares, no será un sitio para vivir y mucho menos un sitio para castigarlo.
Al ser familias responsables aseguraremos que a nuestro perro no le faltará nutrición, medicina, juguetes, tiempo de calidad, espacios de calidad y seguridad, entrenamiento y cariño, garantizando de esa manera una vida armoniosa, larga y completa.
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