Detrás de la nariz más poderosa del mundo: el bloodhound
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Por Jorge Luis Lerin
El olfato de los caninos es conocido por su enorme potencia, mucho más desarrollada que la nuestra. Pero existe uno en particular cuya nariz es considerada la más poderosa del mundo: el bloodhound, una raza poco conocida, pero sin duda una de las más fascinantes.
La evolución de una raza cazadora
Su antigüedad le ha otorgado el título de padre de numerosas razas de sabuesos. Como muchas de las viejas razas eminentemente cazadoras, el San Huberto (nombre original del bloodhound) ha experimentado el paso del tiempo, la evolución y la adaptación a nuevos métodos de caza.
De óptima aplicación para la caza mayor, este perro es enormemente resistente y persistente en la persecución de un rastro, lo que demuestra sus sobresalientes cualidades olfativas. Por ello, ha sido catalogado como el rey de los sabuesos.
Se le concedió este apelativo al considerarse el prototipo ideal de un perro de rastro y el antepasado de muchas razas cazadoras actuales. También fue conocido como “el rey de las jaurías” de diversos monarcas franceses, quienes recibían ejemplares de gran calidad de parte de los monjes de la Abadía de Saint Hubert, de donde proviene su nombre.
Pasado, presente y futuro: el origen
¿De dónde proviene esta raza de grandes pieles y aullidos profundos? Las manifestaciones artísticas del ser humano han jugado un papel clave en el rastreo histórico de muchas razas caninas actuales.
La primera representación conocida de un perro de caza aparece en una plancha de terracota datada entre los años 2000 y 1000 a.C., encontrada en la antigua Babilonia. También se cree que el bloodhound desciende de los molosos asiáticos, perros de gran tamaño seleccionados por sus cualidades venatorias. Esta hipótesis se apoya en relieves hallados en el palacio del rey de Nínive (Asiria), fechados hacia el año 700 a.C.
Otras teorías ubican su origen entre los ríos Tigris y Éufrates, bajo la influencia cultural de Egipto. El libro The Complete Dog Book del American Kennel Club menciona una raza de perros cazadores “sin competidores a la hora de seguir un rastro”, poseedores de una enorme determinación.
Antes del comienzo de la era cristiana, el filósofo griego Jenofonte (430–335 a.C.) escribió La caza (Cinegética), donde describe a los sabuesos como perros grandes, de frente ancha, ojos oscuros y orejas largas y delgadas.
Autores anglosajones aseguran que algunos sabuesos llegaron a las islas británicas con los primeros romanos en el año 55 a.C. Las crónicas mencionan perros de guerra tipo moloso –antepasados del actual Mastiff– y otros usados para rastrear presas o prisioneros.
El historiador Flavio Arriano (105–180 d.C.) también escribió sobre la caza y describió a los perros galos como “animales capaces de seguir una pista por el olor, ladrando y aullando no con ira, sino con lamento”, lo que los hizo conocidos como Canis Indagator, o “perros rastreadores de sangre”.
La historia moderna
En la actualidad convergen dos historias con un mismo resultado.
Los perros grises de San Luis, los Fauves de Bretaña y los perros blancos del rey (Chien de Saint Hubert) formaban parte de las razas citadas por Carlos IX como antepasados de todos los perros de montería.
En el siglo XIV, Gastón Phébus, conde de Foix y célebre cazador, alabó a los perros negros de la Abadía de Saint Hubert, tradicional protectora de los cazadores. Cada año, los monjes ofrecían al rey de Francia seis de sus mejores ejemplares. Sin embargo, la raza declinó tras la Revolución francesa.
A finales del siglo XIX, el conde de Canteleuse lamentaba que en Francia solo quedaran unos pocos Saint Huberts, muchos de ellos de origen inglés. Ya en el siglo XI, Guillermo el Conquistador había llevado ejemplares de Saint Hubert a Inglaterra, donde se cruzaron con Mastiffs.
El estándar actual de la raza proviene de Bélgica, según la Federación Cinológica Internacional (FCI). Así, el Saint Hubert sobrevive hoy bajo el nombre de bloodhound.
También se sabe que fueron los monjes de las Ardenas quienes, entre los siglos VII y VIII, iniciaron una crianza selectiva de esta raza, bajo la protección de San Huberto, patrono de los cazadores. Cada año, los seis mejores ejemplares eran obsequiados al rey de Francia.
De acuerdo con el conde de Cauteleu, este perro era conocido en el siglo VIII como “perro de Flandes”. Existían dos variedades: una blanca, llamada Talbot, que desapareció con el tiempo, y otra de color oscuro, más apreciada y consolidada como el actual bloodhound.
Su nombre inglés podría derivar tanto de blooded hound (perro de sangre pura) como de su habilidad para seguir rastros de sangre. Fue el gran sabueso utilizado en las cacerías medievales de Normandía y Borgoña.
En el siglo XIX, los ingleses protegieron la raza y en el siglo XX el Bloodhound llegó a América, donde fue usado para rastrear esclavos fugitivos y, más tarde, en labores de búsqueda y rescate. A pesar de las guerras y crisis, la raza sobrevivió gracias a su enorme valor funcional y simbólico.
Función zootécnica
Cuando pensamos en un bloodhound, imaginamos un perro orejón de caricatura o de películas. Sin embargo, detrás de esa imagen hay un perro de trabajo excepcional, perteneciente al grupo VI de la clasificación de la FCI: los perros rastreadores.
Su fisonomía está diseñada para una sola tarea: seguir un rastro. Posee una gran cabeza coronada por un occipucio prominente, largas orejas que sobrepasan la trufa y pliegues faciales que retienen el olor.
Cuando detecta un rastro, su instinto se activa por completo. Levanta la cabeza para captar partículas de aroma en el aire y una vez localizadas, baja la nariz al suelo para seguir el rastro con precisión.
Su sistema olfativo se apoya en el órgano vomeronasal o de Jacobson, que transmite la información al cerebro a través del lóbulo olfativo. Los pliegues faciales y las orejas arrastradas ayudan a concentrar las partículas olorosas, mientras que la saliva mantiene húmeda la zona y refuerza la detección.
El bloodhound posee además un cuello largo y musculoso, un cuerpo fuerte y una espalda recta, lo que le permite recorrer grandes distancias sin fatiga. Sus patas cortas y cerradas facilitan el desplazamiento en terrenos difíciles, y su cola alta indica concentración durante la búsqueda.
Gracias a estas características anatómicas, el bloodhound se considera una máquina natural de rastreo. Su versatilidad le permite ser usado no solo en la caza, sino también en tareas de búsqueda y rescate, detección de drogas, explosivos y localización de personas o fosas clandestinas.
En pocas palabras, el bloodhound es la encarnación del olfato canino llevado a la perfección: una raza cuya historia, anatomía y función convergen en una sola virtud: su incomparable capacidad para seguir un rastro.







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