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Boyero de Appenzel (Appenzeller Sennenhund)


Por. Pascal Greub


El Boyero de Appenzell, en alemán “Appenzeller Sennenhund”, hace referencia a los perros boyeros de los Alpes suizos y recibe su nombre por la región de Appenzell, al nordeste de Suiza. Este distrito se encuentra situada en los Prealpes Appenzelles, a 780 metros sobre el nivel del mar, a los pies del Macizo del Säntis, el monte más alto de toda la cadena montañosa ahí. El Boyero de Appenzell es una de las cuatro razas de boyeros de los Alpes suizos, el estándar de las cuatro razas se redactó en el siglo XIX:

  • Boyero de Appenzell (Appenzeller Sennenhund o Appenzeller)

  • Boyero bernés o de Berna (Berner Sennenhund)

  • Boyero de Entlebuch (Entlebucher Sennenhund)

  • Gran Boyero Suizo (Grosser Schweizer Sennenhund)


Puedo certificar todo sobre esta introducción puesto que fui uno de los niños suizos, que fue criado junto a un perro Boyero, que es casi nuestro “perro nacional suizo”. No falta en ninguna miniatura de los ascensos alpinos, con las vacas y cabras cuando se ha fundido la nieve en los pastizales alpinos (Alpaufzug).


Cuando iba de día de campo a caminar con mis padres o a hacer picnic, en cada granja primordialmente encontrábamos a estos “Boyeros de Appenzell” cuidando de los animales y las familias, y sí, recuerdo cómo su fuerte ladrido me imponía respeto. De las cuatro razas, el Appenzeller siempre me gustó más, por su pelo más corto, su colita enroscada “como puerquito”, solía decir, y su carácter juguetón y muy cariñoso. Primero, cuando no te conocen “hacen sonar la alarma”, ladran e incluso pueden arrebatar a la mano de un supuesto intruso. Luego, y suele pasar muy rápido que cuando olfatean que no tienes miedo, agarran confianza y te “incluyen en la manada” para después jugar contigo o se acercan para ganarse una caricia como premio. Muchas personas no saben que hoy en día esta raza única -por su antigüedad y pureza-, está en peligro de extinción. Nos adentramos un poco al origen del orgulloso Boyero de Appenzell:


Descendiente del Dogo del Tíbet, un perro de raza gigante de Asia, se cree que los fenicios y marineros de Grecia fueron los que trajeron a estos perros al Mediterráneo y que más adelante los romanos los usaron como perros de guerra. Es a partir de este perro que se desarrolló el Pastor Suizo o perro Boyero, al inicio ciertamente un perro bastante pesado, de esta manera se debe haber dado el origen de los actuales boyeros suizos. Después se vio la propagación de tipos ligeramente diferentes dependiendo de su región geográfica. El Boyero de Appenzell es la única raza que solamente se ha desarrollado en una única región, en el Appenzell. Gracias a su altura promedio de 50 a 60 centímetros, un peso de 20 kilogramos, una salud muy buena y una esperanza de vida aproximadamente de 12 a 14 años, se ha usado como buenísimo conductor de vacas. Poco a poco, con la cría controlada, se afinaron sus aptitudes del perro Boyero moderno.


Si describimos la apariencia y el cuerpo del Boyero de Appenzell hablamos de un perro de tamaño medio, un poco más chico que el Boyero bernés que es más conocido en México. Sus proporciones son casi perfectas, sus músculos están bien desarrollados, lo que le da un aspecto cuadrado y macizo, su espalda es recta y fuerte con una cabeza ancha un poco plana, sus orejas son de implantación alta, pequeñas y triangulares que caen hacia las mejillas. Sus ojos tienen forma de almendra y son de color castaño. Tienen el hocico cuadrado, bastante pronunciado, con una nariz de color negro en la punta.


El Boyero de Appenzell es de color negro, aunque algunos son marrón oscuro con manchas blancas y destellos rojos simétricos, su pelaje es firme, corto y brilloso. Es una de las pocas razas que podemos asegurar que no tiene enfermedades congénitas conocidas, así que es importante tener a esta raza en perfecto desarrollo selectivo y supervisión. Es un perro con salud robusta, ya que puede quedarse todo el día afuera en la nieve y en la noche duerme en la granja cerca de las vacas o en su casita propia cuidando los edificios.


Muchas personas que eligen como compañero de vida un Appenzeller, cuentan de su inteligencia singular y qué rápido aprende de todo, a veces parece de manera telepática. Es muy atento y observa cada paso de su amo, posee una capacidad de adaptación ante cualquier situación que se le presente y actúan con audacia. El Boyero es un perro territorial y muy protector con los suyos, así que puede mostrarse amenazante como ya lo mencioné. A pesar de esto tiene un carácter muy equilibrado, alegre y valiente.


Recuerdo que los Appenzeller que tuvimos y los de nuestros amigos siempre convivieron de manera excelente con otros animales, como gatos, gallinas, burros, etc., claro, siempre y cuando se les enseñe desde cachorros. Con los cachorros de mis camadas, desde chiquitos corremos por el bosque, los ríos, los senderos empinados en el Bosque de Niebla donde vivimos en México, para que entrenen los pequeños músculos de sus pies y piernas y tengan un paso seguro y además confianza al agua.

El Appenzeller es un perro muy familiar y fiel y le encanta elegir a uno de los miembros de la familia como líder principal, al que seguirá incondicionalmente. Incluso puede suceder que para el gusto de ciertas personas es tal vez demasiado afectuoso porque los míos me siguen cada paso y a cada cosa que hago. También, el Boyero es muy receptivo al adiestramiento, tiene un carácter dócil y educado, así que es un perro bastante fácil de entrenar.


Muchas personas, sin embargo, malentienden al Appenzeller por subestimar su energía que no siempre es fácil de canalizar, ya que tienen mucha vitalidad y dinamismo, necesitan mucho ejercicio. ¡No es un perro para encerrar y no le gusta estar solo mucho tiempo! Hay que darle una tarea y él está feliz sintiéndose útil, como cuando ayudaba a subir las vacas a las montañas suizas o bajarlas de ahí, mordiéndolas en las patas traseras. Este instinto de conducir y mantener la manada lo tiene todavía en sus genes. Por eso amo a mis Appenzeller que hoy en día, como un sueño de la infancia por fin realizado, los tengo aquí en la Sierra Norte de Puebla, en México, porque son los mejores amigos, hablo con ellos todo el tiempo y me acompañen en todo, dentro de la casa o fuera de la casa. Si vives en la ciudad o trasladas tu perro en un coche, su tamaño mediano es ideal y permite a su dueño llevarlo a todas partes. Sin embargo, el Appenzeller puede estar tranquilo al lado de tu escritorio por horas y está feliz descansando a tu lado. O también cuando sales a jugar, caminar y explorar el mundo con él.


Resumiendo, su personalidad, lo que me encanta del Boyero de Appenzell es su carácter integrador: cuida muy bien a la casa y la familia, es sensible y juguetón con los niños; tiene temperamento, pero aprende y se adapta a todo; puede caminar por horas en la naturaleza y viaja con gusto en el coche, sabe acompañarte a una cena de lujo y le encanta el “Agility” y los deportes caninos. Lo único y muy importante es que por favor no encierres el Appenzell en un patio o en una azotea como tristemente lo he visto mucho en México, tu “pastor suizo” podría volverse un perro muy triste, depresivo, destructor o de mal temperamento, por la frustración que le causa toda la energía reprimida.


Para mantener el pelaje suave y brillante de un boyero de Appenzell, es necesario tener cuidados estéticos como el aseo con un cepillo. Pero no debe ser tan recurrente, es suficiente una vez cada 4-6 semanas. El boyero de Appenzell es un trabajador nato y le fascina sentirse útil. Como es algo glotón, se facilita su adiestramiento con premios como croquetas, quesito o trozos de carne, aunque he tenido buenos resultados cambiando a premios con caricias con la edad de unos meses. Es un perro muy inteligente y adiestrarlo no se vuelve tan complicado, pero sí hay que hacerlo correctamente, con mucho empeño y paciencia.


Apenas en mayo del 2021 empecé a darme cuenta de lo que tengo con mi querida Odila, Boyera de Appenzell, que nació en Suiza el 3 enero de 2016, hasta que la registramos ante la Federación Canófila como ¡única Appenzeller en todo México! Sin ser criadero de profesión, apenas estoy retomando lo que formó mi niñez, rodeado por estos perros de aspecto fascinante y gran belleza. Odila cambió mi vida desde que la traje a su edad de dos meses a México, casi hipnotizándome con su mirada amorosa, ha despejado repetitivamente tanto mis buenos como mis malos momentos haciéndome un mejor ser humano. Ella ya ha dado a luz a dos preciosas camadas. A ver a dónde nos lleva este trayecto, rescatando una raza canina primigenia en peligro de extinción.

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